Viagem ao Algarve
Alcoutim

Cuando el viajero estaba en Alcoutim, vio sobre un monte altivo un castillo redondo y macizo, con mas aire de torre amputada que de compleja construcción militar. Por la amplitud de las perspectivas valdría la pena ir hasta allá, pensó. No fue. Creía, engañado por la perspectiva, que el monte estaría aún en territorio portugués. Pero para llegar sería necesario cruzar el Guadiana, contratar barquero, mostrar el pasaporte, y eso sería ya otro viaje. En la banda de allá está Sanlúcar y es otra el habla. Pero las dos villas, puestas sobre el espejo del agua, se verán como espejo una de otra, la misma blancura de las casas, los mismos planos de belén navideño. En risas y lágrimas, tampoco debe ser grande la diferencia.

José Saramago

No andaba equivocado José Saramago al confundir las dos poblaciones reflejadas la una en la otra, sobre el espejo del agua, ya que apenas están separadas por el Guadiana hasta el extremo de que, en el silencio de los días, es fácil distinguir las conversaciones de la otra orilla, eso sí, habladas en otra lengua.

Diego Mesa

Viagem ao Algarve
Castro Marim

Probablemente ha dejado deuda abierta en Castro Marim. Apenas se paró para ver el hermoso arcángel san Gabriel de la iglesia parroquial, subió al castillo atraído por el raro color rojo de las piedras, y, después de dar media vuelta al castillo viejo, que construyeron los moros. Regresó a la carretera, camino de Vila Real de Santo António. Ya se ve el mar, ya refulgen las grandes aguas.

José Saramago

Hoy nosotros nos detendremos en Castro Marim todo el tiempo necesario para disfrutar de cuanto nos ofrezca este bello municipio y no dejar deuda pendiente, como probablemente dejó el otro viajero.

Diego Mesa

Viagem ao Algarve
Vila Real de Santo António

En Vila Real de Santo António el tráfico era enloquecedor. El viajero, que se disponía a saborear con tiempo el trazado pombalino de la ciudad, se vio forzado a meterse en el laberinto de las calles de sentido único, una especie de juego de la oca con muchos precipicios y pocos premios. Por estas partes estuvo la aldea de Santo António de Arenilha, destruida por el mar. El marqués de Pombal vino a repetir aquí, en pequeño, el proyecto de la ciudad baja lisboeta, trazando a escuadra, imponiendo geometrías y cometiendo el milagro, no él, sino sus arquitectos, de preservar un ambiente para buenos vecinos. En la plaza Mayor, al viajero le gustó ver las buhardillas, de dimensión aparentemente excesiva para los edificios que rematan, pero ajustadísimas en relación al conjunto del espacio y del volumen urbano.

José Saramago

Viagem ao Algarve
Olhão

En Olhão, el viajero no vio mucho (sólo la poco interesante iglesia parroquial, donde hay una magnífica imagen barroca de Cristo resucitado), pero compró uvas en el mercado, e hizo un descubrimiento. Las uvas, comidas en el muelle de los pescadores, no eran buenas, pero el descubrimiento, de no ser por la modestia del viajero, sería genial...

José Saramago

El viajero dejará el coche estacionado siempre que pueda a la primera oportunidad. En esta ocasión lo hace en la Avenida de la República y hará su paseo caminando, para disfrutar de la contemplación de los viejos edificios que encuentra a su paso. Y en eso está cuando le llama la atención encontrar de frente una iglesia que no esperaba en su camino: se trata de la capilla do Senhor dos Aflitos y a través de la verja de hierro puede ver los exvotos que los creyentes han ido depositando en señal de agradecimiento por una curación.

Diego Mesa